
23 Ago Yo me lo guiso yo me lo como.
Esta son ciruelas que mi mujer recogió del patio trasero de su oficina, son ciruelas casi silvestres, con muy poquito caso, el ciruelo produjo una cosecha respetable. A mí me creó dudas al verlas, pensé que eran aceitunas y me llevé una gran sorpresa al comprobar su dulzor:sean ciruelas o aceitunas para mi hija, la foto final era un retrato.
¡Mira papá es un señor con bigote! ¡Aquí están los ojos, tiene ojos de rana… y lleva una boina verde!
Y la verdad es que sí existe un señor, sí que parece un retrato, una caricatura de alguien con ojos saltones, que me recuerda a otro alguien. Estoy seguro de que se parece a mi amigo Felipe Sanz Brito. Nació en el siglo veinte, el 15 de septiembre de 1963, para ser exactos. Siempre dice que los años ochenta, desde un pequeño pueblito de las medianías de Alicante, no fueron los mismos; olían diferentes y sabían a pueblo. Siempre se ha sentido de mar y montaña, mezclar la brisa del mar y el olor a pino es bueno para todo; desinfecta y no deja rastro de los malos olores. Actualmente, vive en Madrid desde hace más de quince años. Está divorciado, y sobre todo un poco abandonado y un mucho por los suelos también. ¡Le cuesta lamerse las heridas, la sangre sabe a hierro y la carne escuece mucho!.
Ahora comparte piso con un amigo que ha corrido su misma suerte, tienen mucho en común y son muchas las noches que maldicen, se encabritan, reprochan y se vanaglorian de su mala suerte. En algunas noches, al calor de algunos chupitos de ron añejo, maúllan como dos gatos viejos sobre los tejados. Mientras, por las ventanas de la corrala se escapan los acordes de «Pongamos que hablo de Madrid «
Realmente lo que desea Felipe es regresar a su pequeño pueblo; un regreso engorroso que le produce sensaciones agridulces, es como una salsa pasada de fecha conservada a pleno sol, que le deja un dolor de estómago sordo y perenne, que en la mayoría de las noches lo deja agotado.
Los domingos son los días más livianos para él: la tibia brisa de la mañana le destensa la mandíbula: Esos días ayudan a aplacar el avance de su sobremordida. Pasea por el barrio sin prisas, suele sentarse al sol en su querida Plaza Dos de Mayo; y finiquita el domingo sacando fotos de su rincón preferido de Malasaña. Y cuando regrese a casa, esta vez, sí que abrirá su cuenta de Instagram para poder subir esas fotos de ese rincón que le calma.
¡Felipe!:¡se te escaparon aquellos años de gallos y pavos de plumajes exóticos, que te empujaban a la tierra de combate! Dispuesto a despellejarte por cualquier motivo, por una convicción, por un sueño o por la suavidad, una piel de vainilla ¡Parecía imposible que se acabase! ¡Eras tú el objetivo, todos los anuncios te vendían una vida mejor, coches con turbo, perfumes, pantalones vaqueros que marcaban paquete! Y ahora, Felipe, son esos jóvenes cuasi-perfectos, maqueados, de dentaduras perfectas, los que acaparan todas las miradas y te roban los años y tus queridísimos anuncios de televisión. Son para ellos por lo que se fabrican condones de colores, cómodos y personalizados. Para ellos diseñan nuevas fragancias irresistibles, rescatadas de las profundidades del mar ¡Ya han dejado de «buscar a Jack»! Te queda que te asalten por teléfono vendiéndote colchones ergonómicos y adaptativos, cómodos sillones automáticos para que te abandones al sueño. Y con suerte podrás acabar en una maravillosa urbanización, dónde habita una rutina silenciosa, y siempre que aparezca cualquier flaqueza tendrás tu médico y psicólogo de cabecera para eliminarla de un plumazo.
¡Sé valiente Felipe Sanz Brito! Cómete de un solo bocado todo tu orgullo y regresa a tu pueblecito del que tanto hablas. Para disimular, engalana con banderitas de las fiestas patronales, tu regreso anunciado ¡Véndelo bien! Es una huida de la ciudad, de la contaminación, del estrés. Ves, ¡no suena tan mal! Y es que realmente es una búsqueda a lo natural, a comer sano, a dormir sano. ¿Ya te lo crees? ¡Ya es real, Felipe! Y si por algún motivo dudas, suelta alguna expresión en inglés, eso siempre termina por convencer.
Si en el patio trasero de cualquier oficina de Madrid, crecen las orgullosas ciruelas enanas como aceitunas, que al comerlas, no dudas de que son perfectas, al final, en los mandarinos y limoneros entre los que creciste, sobrevivirán orgullosas, tus clementinas y limones enanos.